domingo, 3 de noviembre de 2013

Tardes al sol (o quién es el ser más poderoso en mi vida)


Empiezo mis vacaciones, al menos una parte de ellas, revisando viejos libros infantiles. Los dedos repasan las estanterías de casa y reencuentran verdaderos tesoros. Me tiendo en la hamaca a leer. Es una tarde calurosa, la calle en denso silencio, todo el mundo durmiendo la siesta. Los ojos perezosos tienden a cerrarse, pero la imaginación revisa lo que la lectura no alcanza a cumplir. De pronto, de entre todas las historias, salta una muy peculiar. Es una leyenda que se repite en varias versiones por varios continentes (como tantas otras historias)

Os cuento: había una vez unos padres ratones que vivían en un agujero dentro de una pared. Tenían una hija preciosa y, para casarla, buscaban al mejor pretendiente del mundo. Les dijeron que el ser más poderoso era el Sol. Fueron a hablar con él para pedirle que se casara con su hijita. Pero el Sol les dijo que la Nube era más poderosa ya que, de vez en cuando, lo tapaba. Hablaron con la Nube y ella les contestó que más fuerte era el Viento que la hacía ir de un lado a otro a su antojo. El señor Viento les respondió que la Pared era mucho más importante ya que siempre le cortaba el paso. Los padres hablaron con la Pared y ella les dijo que más poderosos eran los ratones que abrían paso en su interior construyendo túneles y pasadizos hasta hacerla derrumbar.

Colorín colorado…

Y me da por pensar en los seres humanos, en los contadores de historias y en los ratones. Recuerdo el gran éxito que tuvo el libro “¿Quién ha robado mi queso?”, escrito por Spencer Johnson, con sus protagonistas roedores, como la gente hablaba maravillas de su moraleja y de lo clara que era la conducta humana reflejada en la de dos ratoncillos. (Poco más os puedo decir de él, ya que yo no lo he leído). Y en mi modorra estival, sigo pensando en todas las leyendas y fábulas que tenemos en nuestra memoria cultural, en todos estos animales (zorros, ranas, sapos, culebras, gallos, gallinas, ratones, ratas, cerdos, asnos, bueyes, perros y gatos) y en todas sus lecciones magistrales.

Dejo el libro en el suelo e intento moverme para escribir algo, pero el calor me desanima. Y me fijo en los reflejos del sol que se cuelan por la persiana. ¿Quién es el ser más poderoso en mi vida?, ¿es una madre, una amiga, un jefe, una presidenta, una pareja, un hijo, una hija? Si preguntamos a mi padre, nos dirá que mi madre manda más. Si preguntamos a mi madre, ella dirá que ya no se mete en nada. Si responde mi pareja, dirá que yo mando en casa. Si soy yo quién hablo… ¿En quién delego yo mi fuerza, mi responsabilidad, mi poder? ¿Qué excusas busco para no hacer lo que mi Alma quiere cumplir? (No estoy hablando de caprichos, ni de antojos. Hablo de sueños y objetivos, no de fantasías) ¿Necesito una historia de ratoncitos para darme cuenta de mi peregrinar buscando figuras alternativas a mi propio Poder?

Sigue el silencio en la calle, algún chiquillo jugando al balón en un patio interior, un coche que pasa, una persiana que se levanta…

Yo también me pongo en pie. Me sostengo en mis piernas y avanzo. Yo soy mi centro y con mi energía sostengo paredes, derrumbo muros, caliento soles, soplo nubes y juego con los vientos.








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