viernes, 16 de octubre de 2015

Escupe tus monstruos



Siempre aprendo algo impartiendo mis cursos y talleres. Observar los comportamientos y las relaciones de los demás (igual que hacemos cuando disfrutamos de una obra teatral) es como asomarse a un espejo que te refleja, aumentando tus defectos o evidenciando tus carencias.

Procuro llegar con tiempo de sobras antes de empezar mis clases.  Son unos minutos claves para mi: puedo saludar y hablar con las personas que llevan el centro o la escuela donde realizo el taller, preparo el material y la sala del curso y me doy un espacio interno para concentrarme y prepararme para empezar.

Hace un par de semanas, la vida me deparó otro regalo. Llegué dispuesta para el ritual que ya he comentado. En recepción, había un montón de niños con sus madres (sí, todas eran mujeres). Salían de un taller para niños. Estaban excitados, hablando todos a la vez, llevando en las manos unas manualidades de vivos colores.

Interesada, pregunté… y obtuve respuesta: “Hemos trabajado los miedos –me dijo la persona responsable de la clase- Los niños han representado su monstruo, cada uno como ha querido” Entonces, en voz alta, dirigiéndose a los niños, añadió: “Ahora, cuando lleguéis a casa, comeos vuestros miedos” Y, en tono de confidencia con las madres, “Estas piezas de colores están hechas con almidón de patata y son comestibles” Las progenitoras, encantadas, asintieron todas y salieron muy contentas.

Los pelos se me pusieron de punta. Pensé (por encontrar una explicación) que la alegría de las madre se debía a que, de un plumazo, les habían resuelto el problema de la cena… o que su lucha por el medio ambiente les llevaba a obsesionarse con el reciclaje y no ver nada más… o que el plan de ahorro en la economía familiar les impulsaba a aprovechar todos los recursos disponibles una y otra vez…

Quise decirles: “Acaban de ordenar a tu hijo/a que se coma sus miedos… ¿y a ti te parece bien?” ¿Por qué? ¿Tú estás dispuesta a hacer lo mismo en tu vida? Después de un trabajo maravilloso con los miedos, de hacerte consciente de los monstruos que habitan en ti, una vez que los has sacado en un grupo privado y protegido, que los has plasmado en una creación multicolor… ¿ahora vas a tu casa y te los tragas otra vez? ¿Por qué?

Se lo comenté a la persona responsable del taller infantil (y, de paso, a la encargada del centro que también estaba presente en la conversación) Ninguna de las dos vio nada malo en enseñar a nuestros niños y jóvenes a tragarse sus monstruos. Al contrario, les pareció muy creativo y novedoso.

Yo te propongo otra cosa: escupe tus monstruos. Del modo que quieras: uno a uno, a tropezones, en vómito, de tirón, machacaditos, pulverizados, a trozos o con arcadas. Sácalos todos. 

Y tú, ¿eres de zamparte tus miedos o prefieres deshacerte de ellos?



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