jueves, 15 de agosto de 2013

Encuentra tu tesoro.

Cuentan los que cuenta que había una vez un hermoso árbol, de profundo follaje, con un robusto tronco y ramas esbeltas. El árbol vivía en medio del bosque, rodeado de otros congéneres. Cada día se fijaba en alguna cualidad de sus vecinos: en las hojas brillantes de uno, en la armoniosa línea de la silueta del otro, en los frutos rojos de un tercero, en los distinguidos nudos de la corteza del cuarto… Y, cada jornada, el árbol se iba secando más y más.

Y los que cuentan, cuentan que, un buen día, el árbol descubrió el secreto de su mal: en sus raíces había enterrado un tesoro. Era suficiente con sacarlo a la superficie y otra vez volverían a brotar los tallos, a crecer las ramas, a nacer los frutos.

¿Cuántas veces dirigimos nuestra atención hacia los talentos de los demás olvidando los propios?

   -  “Ah, pero yo no tengo ningún don en especial”

¿Estás segura? Creo que te equivocas. Es más: creo que todas las personas nacemos con un don, un talento, una característica especial, única e irrepetible. Cierto que muchos nacen con talento para la música, pero cada cual tiene su voz particular. Otras poseen el don de gentes para relacionarse, escuchar y ayudar a los demás, pero cada persona lo hará desde su singularidad. Compartimos el “qué hacemos” pero el “cómo lo hacemos” es individual, nos pertenece por completo y, eso mismo, lo convierte en maravilloso.

   - “¿Y cómo descubro cuál es mi talento?”

Toma papel y lápiz (o rotulador, o bolígrafo, o pluma) y escribe una lista de lo que más te gusta hacer, con lo que disfrutas de verdad: bailar, comer chocolate, conversar con las amigas, escribir, correr… Luego, apunta las facetas por las que eres alabada y elogiada: por preparar buenas ensaladas, por tu forma de conducir, por saber escuchar a tus amistades… Sigue la lista con las cosas que se te dan bien y que realizas sin esfuerzo, con facilidad: dibujar, reparar pequeños electrodomésticos, conseguir que la gente se involucre en proyectos… 

Ahora mira el resultado: ya tienes una buena pista de cuáles son tus dones y talentos. Es el momento de escuchar a tu corazón: tienes que elegir el que lo llame con fuerza y síguelo. 

   - “¿Y si me equivoco”

No importa. Si ya te aburre o no te llena, cambia. Todos cambiamos, nuestras preferencias también. Así es la Vida, puro cambio y evolución.

Ah… y no olvides dos cosas:
  1. Hay gente que se gana la vida (tiene esa suerte o es su elección) con su talento. También puedes elegir que tu don sea un regalo con el que disfrutas fuera del trabajo (por ejemplo, profesionalmente eres contable en una empresa y, el tiempo que tú quieres, eres fabulosa como repostera pero decides no dedicarte a ello)
  2. Algunas veces, tu don será reconocido públicamente y valorado en su justa medida (tanto espiritual como económicamente) Otras veces, eso no ocurrirá o pasará en un futuro, cuando tú ya no estés.
Para ese segundo punto, puedo recurrir al ya conocido caso de Van Gogh, quién sólo consiguió vender una obra en toda su vida. 

No lo haré. Mejor, os cuento la historia de Vivian Maier: niñera en el Nueva York de los años 50. Durante décadas fotografió edificios, hombres borrachos, parejas de enamorados, niños jugando… Todo muy normal. Os invito a mirar sus fotografías:


Todas ellas cuentan una historia. La sensibilidad del artista le pertenecía por completo. Ella encontró su tesoro: su forma de mirar era suya y de nadie más.

Y tú, ¿ya has encontrado el tuyo?





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